Tras
un largo periodo sin sentarme a escribir decido lanzarme de nuevo a compartir
algunas reflexiones con vosotros (entrenadores, pero también padres,
directivos, jugadores…).
Llega
el momento de las vacaciones para nuestros equipos pero nuestra mente de
entrenador no descansa. Menos aún en mi caso, que tengo el gran privilegio de
que en el Club Baloncesto Polígono de Toledo hayan confiado en mí para estar al
frente de cuatro de sus equipos y dejar que la implicación con cada uno de
ellos y de sus jugadores y jugadoras sea plena, una dedicación absoluta. No
podría estar más feliz y agradecido.
Estas
fechas de parón navideño, que son de descanso para los jugadores, los
entrenadores continuamos con la planificación, pensamos en nuevas tácticas,
planes de mejora individual, dinámicas de grupo. Y también es tiempo de meditar
sobre lo que nos ha aportado el baloncesto y todo lo que le rodea.
Porque
lo cierto es que en la dirección de un equipo no todos son buenos momentos. El
conflicto es algo natural, y en las relaciones humanas y en nuestro deporte se
dan a menudo. Es parte del juego. Desde el directivo que sólo se acuerda de ti
cuando pierdes o te equivocas, hasta el padre que baja a decirte que tu
entrenamiento ha sido malo, pasando por el jugador que siempre encuentra una
excusa para no entrenar o el que no admite tus correcciones y no te soporta.
Por supuesto, a pesar de que las casualidades existen, no es coincidencia que
el padre que protesta por tus entrenamientos sea el del jugador que no te
aguanta.
A
la vez que denuncio la gravísima falta de respeto que supone la intromisión de
cualquier elemento ajeno a un equipo en el trabajo que planifica un equipo técnico
preparado para ello, con esta carta abierta quiero mandar un mensaje de ánimo a
quienes lo sufren y aprovechar estas líneas para dirigirme a todo entrenador
apasionado de este deporte y entregado a sus jugadores que encuentra obstáculos
en el día a día que le impiden disfrutar al andar este camino que nos apasiona.
Para
dormir tranquilos. Y es que si actuamos desde el convencimiento basándonos en
nuestros conocimientos, siempre podremos equivocarnos pero tendremos la certeza
de haber hecho lo posible por el bien de nuestros jugadores. Saber escuchar sin
dejarse llevar por la euforia de los buenos momentos o la ira de los momentos
peores es un buen consejo para no ponernos al nivel de quien nos increpa.
De
todo se aprende, incluso de una crítica destructiva, aunque sólo sea a
controlar tu reacción. En esa voluntad de aprendizaje continuo con la que me
identifico está nuestro crecimiento como formadores de jugadores y de personas,
que es a quienes me dirigía desde el título, es decir, a cualquier entrenador
del Mundo.
Decidir
nunca es fácil. Las miradas se vuelven hacia ti y tienes que mover ficha.
Cambiar el rumbo, jugadores, estrategias…, mantener la misma dinámica, o
incluso abandonar el proyecto que tanto te ilusionaba puede ser lo más
conveniente llegado el caso.
Se
acercan unas fechas siempre definidas “de paz” y “familiares”. Y precisamente
un equipo debe ser como una familia bien avenida donde reine la paz, y
directivos y padres deben colaborar a que el baloncesto siga siendo la
prioridad del tiempo libre de los jugadores apoyando la labor del entrenador.
Y
donde especialmente debe existir esa paz, entrenadores, es en nuestro interior,
con la firmeza que os den esos motivos por los que tomáis cada decisión.